miércoles, 1 de enero de 2020

Os presento aquí mi Web:

https://guillermocabal.com/


y también mi nuevo Blog, en el que poco a poco subiré contenido:

https://guillermocabal.es

Feliz año!

martes, 24 de diciembre de 2019





Restauración del     lienzo  del torero zaragozano "Blanquito", pintado por Emilio Benedicto en 1.978.  Restauración casi integral de dicho retrato en diciembre de  2014, por G. Cabal.




Todo un mundo de sueños late ahí fuera, nos espera paciente todavía, sí, todavía, distraído, quizá mirando el mar o intentando ver estrellas imposibles y remotas, esperando a ser cogido con nuestras manos, el pensamiento, con los pies o con los dientes.

Todo un mundo de sueños, todavía, de pronto se revela, violento, surgido de la nada.

-¿Qué viento lo ha traído?,  -me dices confundida y perpleja.
-No sé –te respondo-.  Ya estaba aquí cuando hemos venido.
-Y,  ¿de dónde crees que vendrá entonces?
-Lo desconozco.  Mira, duerme plácidamente, pero temo despertarlo, no se      vaya a ir y dejarnos aquí, solos, a la intemperie de un universo desprotegido.
-¿Lo has traído tú?
-No.
-Yo tampoco.  O eso creo….
-Mira por dónde… quizá sí, -le digo-.  Llevas partículas de luna en tus pendientes. También veo en tus ojos polvo de estrellas. Sí, piensas que es una broma tonta, cursi y convencional, pero, es un instante único.  Créetelo, porque es cierto, y no volverá a repetirse. Nada retorna en estos casos… Nada se repite igual, o eso dicen.
-¿Damos un paseo por este camino ancho?
-No sé.  ¿A  dónde conduce?  -balbuceaba temerosa-.
-No  te diré que alcanza hasta las últimas galaxias porque no lo creerás nunca.  Pero sí te digo que conduce a esas nubes cercanas que alumbra la luna. –Le murmuraba con todas las dudas, que en el fondo me asolaban-.
-Sí, quiero ir.  Vamos entonces.  ¿No llevaremos nada? ¿Todo se quedará aquí?
-Pero,  ¿Qué quieres llevar?  Sí, todo se quedará aquí –repuse drásticamente-De todo lo que hay aquí, todo es prescindible, pues tú sola vienes conmigo.  Vamos solos los dos, el camino es amplio y en él hay de todo. Solo nosotros somos verdaderamente imprescindibles.

Y partieron aquella misma noche, sin nada, en medio de una blanca luz que acabó mimetizándolos con dos estrellas más del firmamento.
Y si tenéis dudas podréis verlas en las noches despejadas, cuando sopla el viento del norte y acaricia levemente toda la cresta elevada y oscura del gran bosque.

18, NOVIEMBRE, 2014.



lunes, 23 de diciembre de 2019





Qué peligro -¿si?-, que se me vaya la cabeza por otro camino.


Sí, mire usted, se me ha ido la cabeza, se me ha volado…

¿Cómo?  ¿Qué dónde la he dejado?  No sé. Tal vez por uno de esos barrios rurales,  o una de esas periferias urbanas donde todavía, allá en la primavera, y sobre sus campos, descubrí el mar, un mar distinto a todos.  Por primera vez vi un mar interior que ondulaba su superficie en todas las direcciones: esos campos de cereales, tan verdes, balanceados por el viento cuando despierta la tarde en un momento preciso que sólo el instinto conoce,  que sólo el instinto sabe que, eso, también es el mar y lo será para siempre.

Entonces, viendo el oleaje estremecido, la tarde quebrada y el viento inexplicable, presente en todas partes, rodeando el universo en ese instante con sus inmensas manos de cielo incoloro, entonces…  no, no deseo nunca más que vuelva mi cabeza y solo quiero…,  eso es, sí, soñar y bailar y marchar con la bicicleta flotando sobre esa cresta levemente embravecida de palabras y estrofas y cuentos, sonatas y latidos por todos los rincones y, donde en breves instantes se despedirá la tarde con un último quiebro de rojos desmayos,  sin estruendo, humildemente entre el cielo y la tierra.

Entonces… Entonces no, por favor, no me traigan mi cabeza con esos falsos correos que hablan de la vida, y, esconden tanta muerte de grises y negros sin fondo ni sentido, de roscones de nata y fiestas de guardar que, sí, así es: solo guardan en tedio en cajas de oro que habrá de llevarse la muerte, poco a poco, con ese sórdido silencio de la traición calculada y necia de la Vida.

No, mire usted, no me devuelvan, no me traigan mi cabeza (ya sé que voy sin ella),  esa que me han guardado con tanto mimo para devolvérmela impoluta, no, pues me he puesto el propio corazón a modo de gorro y cabeza y, ya no puedo ni quiero dejar de bailar en toda esta noche tan clara.  Y además, mire usted, se lo digo aunque es un secreto a voces, a gritos: He perdido incluso hasta el pudor y, éste, bueno, qué quiere que le diga…  tampoco ha de volver (espero).  Ya sé que fastidia un poco, ¡o mucho!, ver por ahí a alguien sin cabeza y disfrutando como si tal cosa, pero es la pura realidad, qué le vamos a hacer.  O, acaso, a usted, ¿se le ocurre algo mejor?

30. NOVIEMBRE, 2014.

sábado, 23 de noviembre de 2019




                       Retorno  la lírica,  o la  <<lírica>>



                   Óleo y técnica mixta sobre lienzo, 135 x 200 cm., realizado sobre 2011.



Volver, una vez más, retornar de nuevo a la lírica, después del cinismo y el silencio cómplice internacional de los medios de comunicación occidentales sobre las tragedias recientes en Bolivia y chile: el neofascismo apoyado, sutilmente, por estas superpotencias ultra mercantiles del planeta…  Y también de las mentiras y manipulaciones oficiales sobre los recientes acontecimientos en Catalunya: <<”Los buenos” y “los malos”>>, decían, algo así como en las antiguas películas de vaqueros del oeste. Los “malos”: una gran parte del pueblo catalán, y los buenos –obviamente-:  la policía, “indefensa”, “desprotegida” ante una jauría “minoritaria” de miles y miles de manifestantes impotentes e indignados por el procès.

Bueno, pues después de eso y mucho más, volver, volver como recurso, como forma de vida (algunos no tenemos otra: la lírica o el arte), como asidero cierto y benévolo e ingenuo, si así se quiere ver; retornar al soporte de las palabras, al penumbroso diván de la prosa, sin más pretensiones, o más exactamente: sin ninguna pretensión más que la de descansar un poco después de tanto despropósito.  Y llegar, sea por dónde fuere, al valle quieto y extenso de las estrofas diluidas en el remanso de las horas paradas.  Y los días, obviamente, son todo ese amplio conglomerado de vivencias, experiencias, sensaciones y sentimientos que van transitando en el transcurso de esas horas por el inestable escenario de esos días aludidos y anónimos.

Volver como recurso irrenunciable al intimismo de las palabras es un rechazo, en parte, aunque transitorio, al mundo real y cotidiano que nos agrede dulce e intermitentemente hasta que, sin darnos cuenta, llega, como ya se ha dicho, a una grosería sin reservas difícil de soportar por mucho tiempo.

Y sí:  uno realmente hace tiempo que está vomitivamente   saturado de tanta información/desinformación/pseudo-información y post-verdad  oficial (en todo esto expresado el gobierno de turno no participa, no tiene poder, es mero espectador de lo que le dicten las grandes potencias)  porque, hoy en día, y para quién quiera enterarse, y repito, la información <<oficial>> del  Estado está netamente dictada por nuestra civilización “perfecta”;  es decir:  por el Régimen planetario neoliberal-Occidental, que marca, implacablemente, los ritmos y los tiempos en los que escupe <<sus noticias>>   a sus cándidos súbditos, o sea, nosotros, el pueblo, tan bien intencionados e, incluso, cultos y de cierto nivel crítico.  Pero son muchísimas –demasiadas-  las veces en que la <<crítica>>  se convierte en una “crítica” escandalosamente autocensurada.

¿Dónde, pues, está la tan cacareada Libertad del mundo “democrático”?

Así pues, es mucho mejor, más sano y mucho más honesto, por ejemplo, ser el vendedor-comercial de un establecimiento de motos que, en un momento dado, le vende –literalmente-  una moto a su cliente.  El  Sistema,  el  Régimen, nuestro régimen perfecto de “libertades”, “derechos humanos”, etcétera, nos vende dosificadamente y durante toda nuestra vida -¡que no es poco!-  una perversa y peligrosa moto de lujo pero que lleva, ya de fabricación, pésimos neumáticos y aún peores frenos…  Una moto con la que en cualquier momento podemos fenecer por exceso de <<velocidad>>: incomprensión, hastío, desengaño y, replanteamiento de la más básica y elemental ética de la existencia; de toda nuestra existencia.

¿Qué ha sido, qué será de nuestra Vida en un Régimen neta y exclusivamente  Mercantil, y, sutilmente Policial?   No lo sabemos, no queremos saberlo y, yo al menos no lo sé.  Pregúnteselo usted mismo, tú mismo, tú misma, tan bella, tan candorosa, cuando vas por los márgenes del río, luminosa, drástica de formas, sin percibir, quizá, la gran corriente de sus aguas.

Café  Easo, Zgz.

domingo, 17 de noviembre de 2019





                    NADA  QUE  HACER


NO HAY NADA QUE HACER (ellos lo saben...); absolutamente nada que hacer.   
Se produce un golpe de estado en Bolivia con más de veinte muertos, de  momento (parece ser que el golpe ya estaba muy preparado por la superpotencia del norte),  y las potencias occidentales pasan de puntillas –deliberadamente- por la noticia como si la cosa fuera irrelevante, e incluso sus Medios, tienen la obscena desfachatez de que, cuando sacan a un representante de ese país, resulta que optan por la voz de la autoproclamada “presidenta en funciones”    que representa al nuevo gobierno neofascista que, como resulta obvio, apoya tácita y taimadamente todo Occidente en su conjunto.

¿Os acordáis del “autoproclamado”  (por Estados Unidos) presidente de Venezuela Juan Guaidó: hombre intocable, y que ha campado a sus anchas por toda Venezuela con la chulería y desfachatez de quién se sabe protegido y apoyado por las grandes potencias del “bien”, la “verdad”, la “democracia”, los “derechos humanos”, etcétera…?  Pues en Bolivia han repetido la jugada pero más rápida: todo ha sido celeridad y sorpresa para la ejecución del golpe y, tácito apoyo (de momento: luego será un apoyo incondicional y activo) de los medios occidentales.

Lo dicho, NO HAY NADA QUE HACER cuando se quiere la guerra –parcial- en el mundo y sus materias primas: Chile, Bolivia, Venezuela, Nicaragua, Irán, Iraq, Afganistán, Libia, Túnez: pantomima de la "primavera árabe, Argelia, Siria, Yugoslavia,    Ucrania (con su golpe de estado pro nazi, apoyado rabiosamente por Occidente)…  casi todo África y, la lista de países sigue y sigue...

Nada, no hay nada que hacer para lograr un planeta -¡o algún país!- más justo, equitativo y, sobre todo, organizado e independiente, y sobre todo que no resulten ser, como Occidente denomina a los muchos países en los que ha colocado un gobierno títere: países con gobiernos “fallidos”, así, sin más, con toda la desvergüenza de los eufemismos que siempre hace gala.

Nada, nada que hacer.  El poder planetario es de ellos. El poder es neoliberal-Occidental.  Pero no nuestro <<NO>>, no el de millones de seres que trabajan, tienen familia, trabajos ultra precarios, tienen hambre, mueren de hambre…  No el de sinceros intelectuales y clases medias de todo tipo (cada vez más mermadas…)  que, en un momento dado, tal vez no se vendan por un podrido plato de lentejas. Tal vez…
 
No hay que engañarse: el paisaje planetario es desesperanzadamente desolador, por estar todo <<bajo control>>.

 (Y ahora, dicho lo dicho, vamos a ponernos todos de “perfil”, mirando a la luna, que creo que está bellísima. Pero, ¿acaso hay luna siquiera?)                                                           

domingo, 3 de noviembre de 2019


                            EL  ANACORETA
                             
                                     CUENTO-PARÁBOLA
                                   

Había una vez, a las afueras de una ciudad mediana, un anacoreta que vivía en una oquedad escavada en los desmontes que estaban   cercanos a las últimas construcciones urbanas de la ciudad y un bosquecillo de ribera junto al río Iber.


Una mañana, que el anacoreta se levantaba muy temprano, como todos los días, para orar y meditar, observó como unos camiones, grandes excavadoras  y unos cuantos obreros perimetraban el suelo a la vez que comenzaban a realizar unas zanjas lineales.  El anacoreta, que vivía en la más extrema austeridad, miraba perplejo aquel despliegue de camiones y excavadoras que se producía entre el cinturón de la autopista, el río y el bosquecillo de ribera.  No obstante <<la cosa no iba con él>>, pensaba, <<pues nunca se había metido en política>>, y seguidamente se puso a meditar como era su costumbre.


El anacoreta contaba, desde hacía un tiempo, con las simpatías de algunos vecinos del barrio periférico más cercano a su cueva, y también con mi propia simpatía, pues en más de una ocasión había ido a visitarle a su retiro, ya al atardecer, cuando él salía a pasear por la placida ribera del río.  Incluso había empezado a tener cierta popularidad, pues los periódicos, e incluso la televisión local, lo habían entrevistado en sus medios en las estaciones del año en que escaseaban las noticias, y, además, un anacoreta, en pleno siglo XXI era siempre una noticia de interés para todos los públicos y, sobre todo, muy liviana y nada comprometedora.


Otra mañana, también muy temprano, se acercaron dos hombres con cascos de obreros hasta la oquedad o cueva del anacoreta, y, sin más preámbulos, le dijeron que tenía que irse de allí porque en un mes, como mucho, empezarían a excavar y allanar toda la zona, así que <<ya puedes ir aligerando>>  y <<buscar o hacerte otra cueva>>,  le comentaron entre risas y mordiscos a sus respectivos bocadillos.


En pocos días la popularidad del anacoreta creció y creció porque, para los medios, seguía siendo una noticia sin compromiso ideológico alguno y, porque unos vecinos, simpatizantes y adeptos de su causa, lo veían como un iluminado apacible y sabio –en cierto sentido lo era-, y por eso también se molestaron en defenderle y, lo que era peor (aquí ya entraba en escena la odiada política por los que siempre se declaran “apolíticos,” ¡pero que nunca lo son!):  en denunciar por los medios el macro-pelotazo que, un poderoso constructor, quería realizar una gran urbanización -donde en tiempos se había planeado hacer un parque público-,  y todo esto con la complicidad del municipio, que era del mismo partido político que el omnipotente constructor.


Una noche, cuando el anacoreta se disponía a realizar su frugal cena, vinieron a visitarle unos seis o siete jóvenes desconocidos, dos de ellos portaban banderas nacionales.  Llamaron a gritos al anacoreta, que se encontraba en el interior de su cueva.  El hombre salió precipitadamente.  <<¿Qué queréis, con esos gritos?>>, les preguntó con cierta inquietud. -Tienes que irte de aquí en dos días  -reían amenazadoramente blandiendo las banderas-,  si no te vamos a dar con estos palos, ¿entiendes?  Porque… tú, serás patriota, ¿no?  -El hombre, asustado, no respondió-.  Además, eres un pobre miserable, un indigente, y no queremos a indigentes, y tus amigos son unos mierdas, cobardes y miserables como tú, ¿o no, abuelo de mierda?  -seguía diciéndole uno de ellos-.  Por cierto, ¿sabes quién es éste? Este es el hijo del constructor.  Ya ves, que importante que eres –reían todos- que ha venido a verte.  Y yo, pues mira, yo soy su primo, y yo tengo mucho aprecio por mi primo y mi tío, ¡entiendes!  ¿No querrás cabrearme, eh…?  ¿O crees que hemos venido hasta aquí, a estas horas, a ver tu cara y la mierda en la que vives?


A decir verdad, el anacoreta tenía su entorno incomprensiblemente limpio y su pequeña cueva muy ordenada y con unos cuantos libros.


-Vamos a darle unos cuantos palos antes de irnos, para que aprenda un poco, porque parece que no sabe hablar, ¿no?  Y comenzaron a golpearle salvajemente, pues además habían bebido un whisky de una marca cara y, eso, parecía  animarles mucho.


-Venga, dejadlo ya –dijo otro-.  No os paséis tanto. Lo estáis matando… ¿No veis que es un pobre miserable?


 Por fin se fueron, riendo y cantando míticas canciones de guerra de sus abuelos.


Pasaron unos días más, y, de una forma que resulta extraña (pues el Pueblo no se moviliza por casi nada),  creció la popularidad del anacoreta, ya que también había, entre sus simpatizantes/admiradores, algunos neobudistas, o neohippies con cierta cultura y sensibilidad.


El desenlace, como siempre ocurre con todo, ya estaba próximo. Así que un día, a la hora de comer y, cuando nadie transitaba por los caminos periféricos, vinieron cinco agentes antidisturbios del Estado/Régimen.  Llevaban sus porras en la mano y cascos en la cabeza.  Uno de ellos dijo: <<!Bah¡, no es necesario>>  Envainaron sus porras y, arrastrándolo brutalmente, pero sin ensañamiento, ya que el anacoreta no parecía, ni de lejos, un activista antisistema/régimen, lo llevaron hasta el interior del furgón policial.  Una vez dentro lo trasladaron a un campo, a unos treinta kilómetros de la ciudad, en donde había un pueblo cercano.  <<Aquí podrás darte vida  -dijo uno de ellos-, pero si persistes en volver y esos revoltosos que te apoyan se movilizan, te meterán en el trullo. ¿Entiendes?  Alguno de tus amigos ya han tenido que pagar fuertes multas, y dos de ellos están en la cárcel por alteración reincidente del orden público.  Venga, vámonos,    que ya está bien con esto, y nos tomamos unas birras>>.

El anacoreta, todavía lleno de magulladuras por la visita de los Patriotas unos cuantos días antes, se quedó gritando a la nada <<que nunca se había metido con nadie ni participado en política>>.  Y, esto último, seguramente, fue lo que le salvó de la cárcel.


¿Queréis saber  qué pasó con los terrenos adquiridos (a bajo precio) por el poderoso constructor amigo del alcalde conservador?  Pues pasó lo obvio: que se construyó una gran urbanización… más periférica todavía que las demás, donde no hay servicios ni escuelas cercanas; donde no hay nada y donde antes, como ya se ha dicho, estaba proyectado un parque público.  <<Pero bueno, todo llegará –decían-, poco a poco, no hay que preocuparse ni ser “revoltoso”>>.  ¡Ah!, y los grandes bloques de viviendas no se han llenado, ni mucho menos, porque en el autoproclamado mundo “libre” y “democrático” hay un excedente de pisos sin vender que simplemente aterra; excedentes de coches, tanques, aviones de combate y, excedentes de todo, conviviendo al lado de la pobreza y precariedad: ese es, ese era el gran desastre. Pero volvamos a lo que importa. ¿Cuál es el actual estado de los inquilinos que fueron a vivir a los bloques?  Pues, sinceramente, es bastante prometedor: están contentos, sí. Algunos tienen trabajo y grandes hipotecas, y otros, lo buscan desaforadamente.  Por supuesto, no tienen tiempo de leer, qué cosas, porque tienen niños pequeños, etcétera, pero sí están MUY INFORMADOS porque ven mucha tele; mucha, y en la tele sólo se habla de lo bien que se vive, aquí, en Occidente, y de lo malos que son los pueblos islámicos, y todos los demás pueblos, y de las manifestaciones en Hong Kong; y cuando hay un atisbo de crítica al sistema/régimen entonces sólo oyes, en todos los medios, canales, calles, charlas, conversaciones o conferencias…  el mantra “democracia”. Y como dice, a veces, el propio sistema: Una mentira repetida mil veces, se convierte en una “verdad”.  Y así siempre, siempre, siempre…


Bueno, y por esos motivos y otros muchos más que decía antes, los vecinos de los nuevos bloques fueron felices y comieron perdices. Y el colofón: el nuevo alcalde conservador prometió un nuevo campo de fútbol pagadero por un extraño sistema público-privado; es decir, lo de siempre: las ganancias (exuberantes) para la constructora privada y, la deuda para los ciudadanos… por lo que así aumentó, todavía más, la felicidad en aquella urbe y…,

Colorín, colorado, este cuento se ha acabado.



                                                             FIN

(Del anacoreta, lógicamente, ya nada más se supo ni nadie se preocupó.  La ilusión por un nuevo campo de fútbol lo invadía todo; absolutamente todo…)