15, febrero, 2017
Alcancemos las extensas orillas
de los días prolongados.
Vayamos al encuentro de las
anchas ensenadas de los cielos.
Naveguemos ya por los ríos inversos
de nubes dilatadas hasta la débil línea
del horizonte
por la imperceptible franja de la
noche.
Vayamos al encuentro de las horas
sin descanso, en esta muerte
cotidiana
que no es muerte, ni luz, ni fuego,
ni viento…
sino miedo.
He vaciado por fin (eso creo) la
mochila de metáforas,
y en su lugar, cándidamente, o
prácticamente, sólo
he dejado los sueños más recientes,
que son muy pocos,
(que no sé quién eres, o que no eres
nadie en un universo vacío), ni a nadie.
Ni siquiera llevo –o eso creo- una
gran parte de mí.
Así, el vacío, se hace más ligero.
(Todavía más.)
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