martes, 14 de marzo de 2017

15, febrero, 2017

Alcancemos las extensas orillas
de los días prolongados.
Vayamos al encuentro de las
anchas ensenadas de los cielos.
Naveguemos ya por los ríos inversos
de nubes dilatadas hasta la débil línea del horizonte
por la imperceptible franja de la noche.
Vayamos al encuentro de las horas
sin descanso, en esta muerte cotidiana
que no es muerte, ni luz, ni fuego, ni viento…
sino miedo.
He vaciado por fin (eso creo) la mochila de metáforas,
y en su lugar, cándidamente, o prácticamente, sólo
he dejado los sueños más recientes, que son muy pocos,
o tal vez ninguno.  Sé que llevo la mochila vacía y, no te llevo a ti,
(que no sé quién eres, o que no eres nadie en un universo vacío), ni a nadie.
Ni siquiera llevo –o eso creo- una gran parte de mí.

Así, el vacío, se hace más ligero. (Todavía más.)

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