sábado, 25 de marzo de 2017

21, marzo, 2017

Hay una belleza estática del mundo que se torna agónica cuando la observamos, la asimilamos.

La belleza del mundo es una gran tragedia griega (o contemporánea, atemporal…) que sobrepasa todas las épocas y se vuelve `eterna´…,  mientras dura el mundo, o, mientras la percibe el gran universo de nuestra mirada, que también es eterna simplemente por haberla descubierto en un instante glorioso.

Hay una mujer con senos de oro que nos estremece en cada primavera a través de las luces, del vacío, del tiempo sin tiempo, quizá del dolor furtivo transformado en felicidad por un instante, no se sabe cómo.

Hemos hablado de todos los vértigos y todos los miedos seguramente muchas veces, más de las deseables.   El universo es un tránsito de luz hacia otra luz distinta en la que, dormiremos placenteramente.  Yo, no obstante, prefiero esta luz inestable, tempestuosa, dubitativa; sí, ésta que me lleva a ninguna parte, porque no espero nada, sólo el presente; ese miedo del presente que siempre está en confabulación siniestra con el futuro.  Cuando dejamos de pensar en el futuro, ya hemos alcanzado un modesto grado de sabiduría, pero, entonces, tal vez –seguro- ya es tarde.


No hay comentarios:

Publicar un comentario