jueves, 23 de marzo de 2017

23, marzo, 2017

He venido a la bodega a “vaciar el pensamiento”.  Sé que es casi una utopía, pero me quedo mirando el techo (con los ojos cerrados…)  mientras me presiono el cráneo con la mano izquierda, a modo de pinza, algo así como escurriendo o vaciando los pensamientos superfluos, que son casi todos, creo yo. 

Sigo insistiendo, y expulsando, esa presión de los pensamientos que ejercen en la superficie craneal un incierto dolor de cabeza difícil de clasificar.

Debería hacer deporte con más frecuencia, sí, para que esos pensamientos inerciales, ya cronificados, me abandonen de una vez por todas y, en su lugar, me dejen una cabeza ligera, ágil de una “nada” benevolente…, que no tonta o banal.

Ay, la cabeza, qué empacho de ideas entrelazadas, qué densidad de filosofías estériles y agotadoras presionan ese cráneo desnudo y cansado.

Muy cansado.

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