lunes, 20 de marzo de 2017

<<Cuando tu susurras mi nombre.>>
<<Cuando tu susurras mi nombre.>>
<<Cuando tu susurras mi nombre.>>
<<Cuando tu susurras mi nombre.>>

Así,  en una sobrecogedora aria operística, termina la segunda obra maestra que es la película de <<La juventud>>, después  de la que realizó en 2013: <<LA gran belleza>>, de Paolo Sorrentino.

En esta última, <<La juventud>>,  Fred Walinguer, compositor de renombre internacional, ya octogenario, después de haber sufrido un gran revés  por el suicidio de un amigo cineasta que comparte las vacaciones en el mismo hotel-balneario, decide, por fin, dirigir en persona,  tal y como le había rogado que aceptase en dos ocasiones el emisario de la reina, sus famosas <<Canciones sencillas>> para la Reina de Inglaterra y el Príncipe Felipe en su cumpleaños.


Toda la película, al igual que su anterior <<La gran belleza>>, es una elegía al más puro sentimiento y, sobre todo, alejado de sensiblerías cursis; un homenaje al pensamiento elevado e instintivo, a la vida, a la muerte y, sobre todo, al  amor intenso, que es lo que nos queda al final: el amor puro cuando éste llega –si es que llega…- y, cuando ya se va, cuando ya nos abandona….

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