<<Cuando tu susurras mi
nombre.>>
<<Cuando tu susurras mi
nombre.>>
<<Cuando tu susurras mi
nombre.>>
<<Cuando tu susurras mi
nombre.>>
Así,
en una sobrecogedora aria operística, termina la segunda obra maestra
que es la película de <<La juventud>>, después de la que realizó en 2013: <<LA gran
belleza>>, de Paolo Sorrentino.
En esta última, <<La
juventud>>, Fred Walinguer,
compositor de renombre internacional, ya octogenario, después de haber sufrido
un gran revés por el suicidio de un
amigo cineasta que comparte las vacaciones en el mismo hotel-balneario, decide,
por fin, dirigir en persona, tal y como
le había rogado que aceptase en dos ocasiones el emisario de la reina, sus
famosas <<Canciones sencillas>> para la Reina de Inglaterra y el
Príncipe Felipe en su cumpleaños.
Toda la película, al igual que su
anterior <<La gran belleza>>, es una elegía al más puro sentimiento
y, sobre todo, alejado de sensiblerías cursis; un homenaje al pensamiento
elevado e instintivo, a la vida, a la muerte y, sobre todo, al amor intenso, que es lo que nos queda al
final: el amor puro cuando éste llega –si es que llega…- y, cuando ya se va,
cuando ya nos abandona….
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