miércoles, 19 de abril de 2017


17, ABRIL, 2015
Abril: cíclica reincidencia

No hay ritmos ni estilos, ni siquiera cadencias concretas y trucadas que expresen o puedan tomar el pulso de los INSTANTES.

Abril se asoma a la ventana, una vez más, y la ventana es una barcaza desvencijada que vaga a la deriva por la periferia de las mañanas, por los zócalos de doble sombra en las tardes de fuego –que casi nadie ve- y en las noches intensas.  (No hay vocablos manidos, sólo falsos sentimientos o, por el contrario, vivencias –o ausencia de ellas- en las que nos va la vida. (y a mí me va la vida en ello).)

Una ventana es algo casi litúrgico, pero no sabemos bien cual es su verdadero cometido.  Al menos yo no sé muy bien qué es una ventana.  Si usted lo sabe, dígamelo, por favor.
Abril accede en tromba por la puerta, sin saludar, con malos modos, in diferente, pleno de soterrados esplendores que ni siquiera se molesta en exhibir, por evidentes; están ahí, para quién desee abrir las compuertas de su luz, sí, de su luz… o de su muerte.

Él, Abril, entra por todo el salón y extiende sus brazos de millones e ínfimas estrellas, inunda el largo pasillo para transformar  el parquet en un río dubitativo que desemboca en el rellano, o en la cocina, las habitaciones en penumbra, el baño y, e incluso, hasta el trastero que duerme en los sótanos del inmueble en su oscuridad perpetua.
Y allí, sea dónde fuere, me visita Abril, Abril extenso y exento: no tiene competidores.

Abril traspasa, sin llamar, la puerta del trastero (allí me había escondido para no ver el mundo) y por fin me saluda, tan singularmente.  “Son sus formas, claro”, me digo a mí mismo para disculparle.
Sé que está por todo el piso y su entorno, en la calle, las autopistas, los ríos y, ese cielo que hoy no deseo mirar.
Pero Abril se obceca en acompañarme por todas los aciagos rincones de un  trastero convertido en absurda metáfora de unos días que, arrastran sus horas sin rumbo definido, que lleva sus horas por el abstracto caos de un limbo inexplicable.

Abril, Abril, Abril… “A” mayúscula con la que empieza el registro glorioso del año donde los días son inciertos, temblorosos e irreales.

 Abril… tanto despliegue de medios en su ostentosa llegada y, tan sumamente breve su presencia.

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