lunes, 10 de abril de 2017

9, marzo, 2017

Dicen, o he leído no sé dónde, que decía Cornielle:  “Sólo es dueño de su vida quién la desprecia”.  Así pues, en esta incipiente primavera que ya despunta por todos los rincones, resulta que yo –según dicha cita-  soy sumamente dueño y propietario de mi vida.  Qué cosas…

Pero lo cierto es que, si es así (ya había meditado  en esto hace décadas), no desearía ser tan “dueño de mi vida”;  vamos, que muchas veces desearía que mi vida fuera absolutamente por libre, a su aire, y yo fuera, una vez más –como he sido hasta no hace tanto-  un absoluto dependiente de las pasiones más improvisadas que la misma vida nos brinda y que siempre nos regala sin avisarnos.


Siempre pensé que amaba la vida, pero en realidad, lo que casi únicamente he amado son las intensas pasiones del amor y sus ensueños y, todo ello, casi siempre hasta el delirio, hasta sus últimas consecuencias.

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