15, diciembre, 2017
La exposición va bien, viene bastante
gente, algunos se entusiasman y, de vez en cuando dejan sus notas o misivas en
una libreta que, curiosamente, no era para tal cometido sino simplemente
ornamental: una librea para un café clásico o atemporal. Las notas, como suelen ser en estos casos,
son de lo más efusivas y ensalzan, casi sin límites, la técnica, la atmósfera
del conjunto, la temática o, simplemente, la poesía o la lírica de dicha
temática.
Algunas tardes, tal como hoy, me dejo
caer por la exposición durante unos instantes como un visitante más, y me
siento en una silla, apoyo los brazos sobre el mármol de la mesa (traída ésta a propósito para recrear el
ambiente de un café) y leo,
“secretamente” y medio a hurtadillas, los múltiples comentarios que me
dedican. Luego, casi seguidamente, salgo
de nuevo a la calle, al frío, al silencio existencial y, el frío, como casi
siempre, no es excesivo, pero yo siento mucho frío, demasiado, y hay veces
–muchas- que no se distinguir si es un
frío real, si es soledad, intemperie o, vulnerabilidad simplemente, lo cual ya
es demasiado.
¿No ha sido usted nunca alguna vez
excesivamente vulnerable?
Tarde en la bodega, 100 x 73. Técnica mixta sobre lienzo, 2017.
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