domingo, 17 de diciembre de 2017

15, diciembre, 2017

La exposición va bien, viene bastante gente, algunos se entusiasman y, de vez en cuando dejan sus notas o misivas en una libreta que, curiosamente, no era para tal cometido sino simplemente ornamental: una librea para un café clásico o atemporal.  Las notas, como suelen ser en estos casos, son de lo más efusivas y ensalzan, casi sin límites, la técnica, la atmósfera del conjunto, la temática o, simplemente, la poesía o la lírica de dicha temática.

Algunas tardes, tal como hoy, me dejo caer por la exposición durante unos instantes como un visitante más, y me siento en una silla, apoyo los brazos sobre el mármol de la mesa  (traída ésta a propósito para recrear el ambiente de un café)  y leo, “secretamente” y medio a hurtadillas, los múltiples comentarios que me dedican.  Luego, casi seguidamente, salgo de nuevo a la calle, al frío, al silencio existencial y, el frío, como casi siempre, no es excesivo, pero yo siento mucho frío, demasiado, y hay veces –muchas-  que no se distinguir si es un frío real, si es soledad, intemperie o, vulnerabilidad simplemente, lo cual ya es demasiado.


¿No ha sido usted nunca alguna vez excesivamente vulnerable?

Tarde en la bodega, 100 x 73. Técnica mixta sobre lienzo, 2017.

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